El hermoso barro rojo de Capula ya no se transforma solo en lozas, ollas y macetas, sino también en catrinas
Luego de casi dos décadas de no haber visitado el pueblo purépecha de Capula, a 40 minutos de Morelia en Michoacán, me sorprende una Catrina monumental en su entrada. La alfarería de barro rojo punteado en verde es la artesanía que recuerdo de mi infancia. Capula ya no es la misma, siento que me susurra la Catrina de vestido entallado de azulejos azul marino en su torso y rojizos a partir de su cintura, estola en forma de serpiente verde y sombrero blanco de ala ancha que corona su elegancia a cinco metros de altura.
Afortunadamente me acompaña mi amiga Francis, historiadora y quien ha participado en el jurado de concursos de artesanía michoacana por varias décadas, para explicarme qué ha sucedido en la alfarería de Capula. Los purépechas trabajaban el barro rojo previo a la conquista española. A su arribo en 1538, Don Vasco de Quiroga, estructuró y organizó la alfarería como actividad productiva, la cual distingue a Capula.
Nos adentramos por la calle principal y lo que no ha cambiado son sus casas cubiertas de teja y pintadas de blanco y, en la parte inferior del muro, en rojo. Sus puertas abiertas dan la bienvenida a los talleres o tiendas de alfarería que nos acogen. Ahí están las tradicionales lozas, ollas y macetas en barro rojo con capulineado, ese patrón de puntos verdes que forman la flor del árbol capulín y de donde se origina el nombre del pueblo. Los pigmentos son de la región. El esmaltado greta es lo que da el terminado vidriado a las piezas.
Seguimos al Mercado de Artesanías, administrado por la cooperativa que impulsó el gobierno estatal en la década de los 80, la década de oro para los artesanos michoacanos, pues Cuauhtémoc Cárdenas, el entonces gobernador del estado, dio un impulso histórico a la artesanía michoacana. Francis me explica que el encargado de dirigir las políticas para ello fue el arquitecto Jorge Solórzano, desde la Casa de las Artesanías. Con conocimiento de la identidad, historia y entorno del pueblo de Capula, promovió la adopción de mejoras técnicas para mejorar la resistencia, usabilidad y manera de transportar las piezas. Se introdujo la alfarería a alta temperatura que, aunque no era de barro, conservó el capulineado y soporta lavavajillas y microondas. Jorge Solórzano también buscó que los artesanos se organizaran. Además del Mercado, motivó la construcción de un horno común administrado por ellos. Lamentablemente, no sobrevivió a los desacuerdos.
A Jorge Solórzano también se debe la idea de elaborar catrinas de barro inspiradas en el famoso personaje de La Catrina creado por el grabador José Guadalupe Posada. El artista Juan Torres desarrolló la idea en su taller y apoyado con fondos gubernamentales. Desde hace años que los artesanos las reinventan: las más tradicionales dejan que el color del barro luzca al natural, pero la mayoría son coloridas. El escote de los vestidos de algunas deja ver sus costillas, otras visten trajes tradicionales o vestidos de novia, otras cargan ollas de barro para el agua e incluso un rifle, como la catrina Adelita. Así, los artesanos de Capula sacaron a la Catrina de las dos dimensiones y la llevaron a las tres dimensiones con cuerpo de barro rojo.
Si bien abundan las catrinas de barro todo el año, las mejores piezas se exponen en la Feria de la Catrina la última semana de octubre de cada año, en víspera al día de los santos difuntos el 2 de noviembre. Por cierto, la Catrina Monumental fue un regalo de Juan Torres al pueblo para conmemorar los 20 años del comienzo de la elaboración de esta nueva artesanía.
La fragilidad de la pieza, sobre todo en sus dedos largos y puntas de las trenzas, ha motivado a buscar cómo modificar la mezcla del barro para que gane resistencia y cómo embalarla para su transportación. En ello está apoyando el Tecnológico de Monterrey Campus Morelia.
Abunda otro estilo para decorar el barro rojo surgido en los años que no visité Capula. Se trata de un estilo de flores punteadas, pero en fondo de franjas, cada una de un color distinto: rosas, azules, morados, naranjas, del color que puedas imaginar. Las piezas me resultan extrañas, si las hubiera visto expuestas fuera del pueblo,no hubiera podido identificar que son originarias de Capula. ¿Cómo llegaron los artesanos a esta idea? Francis me explica que durante los años noventa, la Secretaría de Economía, tanto estatal como nacional, buscaron incrementar el turismo, lo que implica complacerlo en sus gustos y necesidades. Si bien estas piezas resultan muy vistosas, tienen poco arraigo identitario: no dejan ver el barro rojo y los pigmentos no pertenecen a la región, por ejemplo. ¿Cómo explicar a las secretarías de economía y al turismo los atributos y el valor de las artesanías? ¿Cómo transformar las artesanías sin que dejen de contarnos sobre la cultura que las originó y el entorno en el que se fabrican, es decir, que la transformación no implique desarraigo? Una primera manera es interesarnos por preguntar al artesano sobre el origen de su obra, lo cual nos llevará a valorarla, a apreciarla en su forma original o transformada desde el arraigo y, tal vez, a comprarla.
Por fortuna, la creatividad y el conocimiento de algunos artesanos lograron un punto intermedio entre el nuevo estilo colorido y el punteado verde sobre el barro: aplicar colores distintos al verde a las flores de capulín y conservar el barro rojo de fondo.
Así, en Capula encontrarás el barro en varias formas, desde lozas hasta Catrinas, y en varios estilos, unos más arraigados a la identidad y al entorno del pueblo que otros. Escojo unas tazas que conservan la greca tradicional y la flor de capulín, pero pintada en amarillo, agregarán color a mi mesa y se nota que son de Capula.
Carla Pascual es autora de Descubrirme en Qatar, el único libro escrito en español y que ofrece la mirada de una latinoamericana sobre la cultura árabe musulmana, pues las narrativas sobre Arabia usualmente provienen de EUA y de Europa.
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Excelente narración, un saludo de tu amigo Alejandro Valencia